domingo, 9 de agosto de 2015

Nadando con extraños invitados






Xosé se llama el pescador correveidile del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en A Coruña. Él es el que alerta a los investigadores si ve algo raro, algo que no debería estar donde está. El año pasado no se topó con ninguna especie marina extraña, pero este verano, tanto Xosé como otros marineros, han observado que sí, que han vuelto a acercarse a la costa gallega visitantes exóticos.

¿Por qué? ¿Qué son? ¿A qué vienen? ¿Serán peligrosos? Jaime Mejuto, investigador del IEO, satisface todas las dudas. Explica que por estos lares aparecen de vez en cuando especies impropias de aquí, muchas en busca de alimento. Y lo hacen en verano.

Entre los intrusos que menos le sorprenden están los tiburones azules, también conocidos como tintoreras, o quenllas, en gallego. Las hembras de esta especie de escualo son especialmente fértiles, pues suelen parir en torno a cuarenta crías. Por eso es la especie de tiburón oceánico más abundante del mundo. Están por todas partes, aunque no en la costa. Pero cuando les llega el momento de alumbrar a sus pequeños buscan zonas con mucho alimento. Es decir, cerca de la costa y en las rías. Por eso ya no resulta una excepción ver a alguna cría aislada de quenlla.

Este verano ha sido así, aunque nada que ver con lo que ocurrió hace dos años, cuando los avistamientos de juveniles fueron inusualmente importantes y, además, incluso dentro del puerto de A Coruña.

Mejuto explica que los científicos no tienen bien identificadas esas zonas donde las hembras se acercan a parir, pero su presencia es habitual en las costas francesas, británicas, en Irlanda... Pero en cuanto la tintorera alcanza el metro y pico de longitud se va a las zonas oceánicas.

Aparte de la quenlla, «si sales unas millas puedes encontrar también marrajos y hasta tiburones peregrino», explica Mejuto. Este último viene también a comer y puede aparecer en verano en el Cantábrico y en Galicia... El investigador destaca que esta especie protegida es totalmente inofensiva, aunque puede asustar, no solo porque asoma la aleta, sino también por su gran tamaño, que puede alcanzar los cuatro metros de largo.

A Jaime Mejuto ya casi no le llama la atención que un pescador cuente que ha visto una tintorera o un tiburón peregrino, pero sí se sorprende de que con relativa frecuencia se deje ver cerca de estas costas el pez ballesta, que es de aguas subtropicales. Algún individuo ha sido visto en los polígonos de bateas de mejillón de las Rías Baixas y en algunos puertos... Mejuto destaca que seguramente también busca aquí comida.

Además, le llama la atención que en el 2013 se llegaran a capturar aquí 600 toneladas de dos especie de pequeños túnidos, como la melva y la bacoreta. «Fue algo totalmente inusual, porque raramente superan el cabo San Vicente y el estrecho de Gibraltar», subraya el experto.

Pero lo hicieron y estas apariciones se registran casi siempre en verano, cuando se produce el calentamiento de las aguas.

Para el investigador del IEO no se trata de un cambio radical, sino de eventos puntuales, pequeños síntomas de que o bien se está produciendo un cambio global o simplemente es una fase ambiental que pasará.

Sin embargo, Mejuto recuerda fenómenos parecidos que no han tenido vuelta atrás, como el cambio de ruta del atún blanco, que se ha ido más al norte, al oeste de Irlanda. La caballa y la merluza también se ha movido a mayores latitudes. Mejuto explica que son especies termodependientes que buscan un hábitat adecuado a su rango de temperatura (18 grados) y ahora lo encuentran más al norte.


Fuente: La Voz de Galicia

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