sábado, 6 de septiembre de 2014

Un tercio de los polígonos abiertos no logran salvar la campaña del mejillón







La oleada de aperturas de polígonos de bateas de la última semana se ha revelado como un espejismo. La marea roja sigue atenazando al sector mejillonero, y tres días después de los últimos negativos que permitieron extraer bivalvo en dos zonas de Arousa, no ha habido ninguna alegría. Al contrario, la última resolución del Intecmar, de ayer, cierra al marisqueo varios arenales arousanos y en el recuento de fitoplancton tóxico se apreciaron incrementos en Vigo, Muros y Lorbé.
Hoy se puede extraer mejillón del 31 % de los polígonos gallegos, una proporción a todas luces insuficiente para normalizar la campaña de mejillón. En el caso de la industria (cocederos y conserveras), está «lejos de alcanzarse las expectativas», señala Juan Vieites, secretario general de Anfaco. Aparte de que muchas de las fábricas acusan ya roturas en algunas tallas, el abastecimiento no da para funcionar a pleno rendimiento y algunas empresas trabajan en plena campaña a un 20 % de lo que sería habitual, algo que, lógicamente, tiene su repercusión en términos de empleo.
Vieites admite, no obstante, que este año la campaña «va un poco mejor que la anterior», porque se está en guatemala pero se viene del guatepeor que fue el 2013.
Lo habitual es que la campaña del mejillón para la industria arranque en julio o agosto y se prolongue hasta noviembre. El inicio no es casual, sino que obedece a que el bivalvo suele estar en su mejor momento. Y cuando se pasa ese instante, el mejillón se desprende de las cuerdas y cae. Para evitarlo, los bateeiros reparcan el molusco, introduciéndolos en sacos que cuelgan de las mismas cuerdas para evitar que se pierda el producto en el fondo de la ría. Esa es ahora la situación, con decenas de bolsas suspendidas en las bateas, como comprobaron los submarinistas en una de las expediciones de Náutica Medusa por los fondos arousanos.
Entre los bateeiros, opiniones encontradas. Por un lado están quienes hablan de un sector entre tocado y hundido, que ya acumula demasiadas pérdidas tras dos años desastrosos y un tercero con pocos visos de ser mejor y, por otro, los que reniegan de un victimismo que, aseguran, les pasará factura. Para los primeros, las cosas aún pueden empeorar y auguran que en cuanto remita la marea roja, el nerviosismo por haber estado tanto tiempo sin vender propiciará desembarcos masivos que hundirán el precio del bivalvo en el mercado. Los segundos, por contra, apuntan a que el episodio tóxico es pasajero, que está remitiendo y que ya se ha podido comercializar una cantidad importante de mejillón.
Ahora bien, algo no debe ir bien cuando hay un movimiento de mejilloneros clamando por la unión del sector para que no se vaya al traste una actividad estratégica para Galicia.
Cuando a finales de agosto comenzaron a llegar a los centros sanitarios franceses decenas de personas con síntomas de intoxicación alimentaria, las autoridades de Francia lanzaron una alerta porque los estudios epidemiológicos mostraban que el denominador común de los afectados era haber consumido mejillones españoles, que procedían de tres establecimientos diferentes, y presentaban síntomas achacables a una intoxicación por toxina lipofílica, bien conocidos si se tiene en cuenta que se denomina ahora así a la que antes se conocía por diarreica.
Sin embargo, pocos días después las autoridades francesas mencionaron las condiciones higiénicas del producto como causa del problema, como avanzó el martes la conselleira en V Televisión. Así las cosas, la Aecosan, la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Alimentación, «se ha solicitado a las autoridades francesas confirmación epidemiológica del producto implicado y que indique cuál es el peligro concreto que ha causado la intoxicación». Fuentes de ese organismo explicaron también que faltan aún varias cosas por aclarar.


Fuente: La Voz de Galicia

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