miércoles, 15 de enero de 2014

Ragazzona






La galeaza Ragazzona, de 1.250 toneladas y con treinta cañones, era de propiedad veneciana del siglo XVI y fue una de las muchas que alquiló el rey español Felipe II para engrosar las filas de la Armada Invencible, en 1588. Fue el navío de mayor envergadura de la expedición y la nave que capitaneó la Escuadra de Levante, a las órdenes de don Martín de Bertendona.
El barco se dirigía hacia A Coruña cuando, el 8 de diciembre de 1588, fondeado en la entrada de la ría de Ferrol, rompió amarras y se quedó sin gobierno como consecuencia de un temporal. Estuvo varado y zozobrando el tiempo suficiente como para que se pudiesen retirar de él materiales como cañones y munición, pero finalmente quedó partido en dos y se hundió.
Estaba considerado como el mayor barco de la Armada Invencible (o Gran Armada como se le prefiere llamar ahora), y lo que no había conseguido el enemigo, lo consiguió la fuerza del mar de Galicia, hundirlo.
En 1589, unos meses después, parte de su tropa, de su marinería y de los cañones que habían sido rescatados participaron en la defensa de la ciudad de La Coruña contra el pirata Drake.
Recientemente, un grupo de arqueólogos realizan el hallazgo de diversas piezas de artillería a doce metros de profundidad, en un área de 900 metros cuadrados, en el interior del puerto exterior de Ferrol, hacia la zona de la bahía de Cariño.








La Ragazzona era un mercante de la República Veneciana y que fue contratado en régimen de alquiler por España bajo el reinado de Felipe II para formar parte de la Armada Invencible y desarrollar las maniobras técnicas bajo el mando del capitán Martín de Bertendona, al frente de la Escuadra de Levante.
Tenía unos 36 metros de eslora por 12 de manga, portaba 30 cañones y contaba con una dotación de 300 personas, y ejerció como embarcación capitana de la Armada Invencible en su intento de derrotar a Inglaterra.
Fue designado como nave principal de la flota de Levante y combatió en la zona del Canal de la Mancha, en el intento del reinado de Felipe II de destronar a Isabel I de Inglaterra. Tras la derrota tuvo que rodear Inglaterra e Irlanda y consiguió finalmente llegar a la ría de Muros (A Coruña), de donde partió hacia el puerto coruñés para ser reparado.
Tras la  derrota en los mares de Inglaterra de la expedición española, la Ragazzona regresó de vuelta a la Península Ibérica refugiándose de los temporales en la ría de Muros. Ante los requerimientos de su dueño, la República de Venecia, la tripulación recibió órdenes de llevar a reparar el navío a A Coruña para ser devuelto en condiciones.
El navío estaba gravemente dañado e incluso tuvo dificultades para llegar a la ría A Coruña, por lo que fondeó en su entrada muy maltrecho, sin arboladura y con anclas de emergencia.
La misma noche, debido al temporal de mar, se quebraron los anclajes y tras navegar a la deriva acabó encallando en la ría de Ferrol. Ante los intentos fallidos por liberar la nave, se le retiraron las principales piezas de artillería, y el barco se acabó hundiendo el 8 de diciembre de 1588.




La Gran Armada parte de La Coruña (22 de julio de 1588)


Iremos a continuación con una breve biografía de su capitán, Martín de Bertendona y Goronda (Bilbao, 1530 - 1607). Fue un marino y Almirante español, uno de los precursores de la Armada española previa a la gran reforma llevada a cabo siglos después por los Borbones. Durante el siglo XVI, las flotas europeas estaban básicamente formadas por navíos de particulares que se ponían al servicio de los monarcas en sus campañas militares. Estos navíos pertenecían principalmente a familias de marinos y comerciantes que artillaban sus barcos para proteger sus cargas del asalto de piratas y naciones rivales.
Su padre, Martín Jiménez de Bertendona, fue quien en 1554 trasladó al entonces príncipe Felipe, futuro Felipe II, hasta Inglaterra en su nave al objeto de contraer matrimonio con María Tudor. El príncipe Felipe eligió personalmente el barco de Bertendona de entre los muchos que le habrían de acompañar.
Desde joven, Martín de Bertendona se inició en la navegación militar, al tomar parte en batallas oceánicas durante las guerras contra Francia, ganándose pronto la confianza de sus mandos. Posteriormente, servirá en la Armada española de los conflictos de Flandes, destacándose en las acciones del final del gobierno del duque de Alba sobre aquel territorio, especialmente tras la derrota naval de Enckhuyssen de 1573.
Fue incorporado a las unidades navales del nuevo gobernador Luis de Requesens, quien, a diferencia de su antecesor, intentó llevar una política de pacificación. A pesar de los esfuerzos de Requesens, Bertendona hubo de participar en el socorro de Middelburg durante 1574, al haberse rebelado de nuevo la mayoría de las provincias flamencas. En el período comprendido entre la Unión de Utrecht de 1579 y la capitulación de Amberes de 1585, Martín de Bertendona asciende rápidamente por su valía y conocimientos náuticos, siendo nombrado entonces General de la Armada.
A partir de 1587 tomó parte activa en los preparativos de la Grande y Felicísima Armada, asumiendo el mando de la Escuadra de Levante o Escuadra de Italia, compuesta nueve naves, en los ataques contra la costa británica de 1588.
Su nave era en aquel tiempo la Ragazzona, un poderoso galeón del que estamos contando la historia.
Entre 1590 y la muerte de Felipe II en 1598, Bertendona formó parte de la expedición de las Azores de 1591, donde sería derrotada la flota británica en la batalla de Flores, logrando capturar el HMS Revenge, y a su capitán, Sir Richard Grenville. Tras esta campaña, se hizo con el mando de las escuadras ligeras del Atlántico para mantener el paso abierto desde el Cantábrico a Calais.
Entre 1602 y 1603 concertó con el rey Felipe III, a través del almirante Luis Fajardo, un asiento para la construcción de diez galeones en astilleros vascos, médula espinal de la Escuadra de Vizcaya y, por tanto, de la Escuadra del Cantábrico, a fin de contraatacar a los enemigos anglo-holandeses. Sin embargo, moriría tiempo después, en 1607, sin ver concluidos todos sus esfuerzos para la defensa del litoral septentrional de la Península.




Modelo de carraca veneciana realizado por Manuel Olave. Museo Naval (Madrid)


Como ya hemos dicho antes era descendiente de un gran marino. El mismo Felipe II eligió personalmente las naves de su padre, Martín Jiménes de Bertendona, para su primer viaje a Inglaterra en 1553, cuando el entonces príncipe iba a casarse con la reina María Tudor, y desde entonces entabló con él y su hijo una gran amistad.
Aunque el monarca español llegó a serlo así también de Inglaterra su esposa murió en 1558 y ascendió al trono su hermanastra Isabel, privando a Felipe de la corona. Es una de las razones –junto a la ejecución de la soberana de Escocia, María Estuardo–, por las que el monarca español decidió reunir una flota y apoyar con ella un desembarco en Gran Bretaña, un proyecto del que el propio capitán de la Ragazzona fue impulsor.
Felipe II intenta derrocar a la Reina protestante de Inglaterra, Isabel I, con un ambicioso plan combinado: desembarco anfibio de los Tercios de Flandes, 30.000 hombres desde los Países Bajos, coincidiendo con la llegada de una Armada colosal desde la península.
El resto es historia. La Gran Armada –lo de Armada Invencible fue un nombre inglés posterior– sucumbió ante los elementos y al choque en el Canal de la Mancha contra los isabelinos, viéndose obligada a regresar dando una penosa vuelta alrededor de las Islas Británicas por el Mar del Norte. La Ragazzona fue uno de los 87 barcos que volvieron a aguas españolas y uno de los que lo hizo en peores condiciones.
Bertendona recibió la orden de partir hacia A Coruña, donde había otras naves de la citada armada, para encontrar las piezas necesarias que permitieran su pronta devolución a Venecia y evitar así los gastos de su alquiler.
Contra su voluntad, el gran almirante puso proa al norte a finales de octubre, pero una gran tormenta le sorprendió a la altura de Muxía. Con una pericia propia únicamente de un marino experimentado y la ayuda de dos balleneros vizcaínos que se encontraban en la zona, Martín Bertendona consiguió sortear el estrecho de las Sisargas sin partir su nao contra las rocas.
Con el buque a la deriva, el final estaba cercano. Encalló en la ría de Ferrol, en punta Barbeira, aunque no hubo que lamentar muertos. Parte de la artillería se recuperó en su momento, se instaló en el castillo de San Antón y pudo ser utilizada para hacer frente al ataque inglés. Las olas dejaron en el esqueleto el armazón de madera. En el fondo del mar quedaron cinco cañones y un ancla de gran valor desde el punto de vista histórico.
Cumplió servicio incluso después de haberse hundido: sus cañones y marinería supervivientes del naufragio fueron fundamentales en la defensa de La Coruña en 1589,  del ataque del pirata Francis Drake, al servicio de Isabel I de Inglaterra, donde destacó la heróica actuación de Maria Pita, que da nombre en la actualidad a una de las plazas más bellas de la ciudad.


La Armada Invencible


El barco que hoy asoma sus cañones como colmillos fantasmales en medio de las turbias aguas de Ferrol, era la capitana de la escuadra de Levante de la armada de 1588. Su origen y construcción venecianos, era un buen buque y bien marinado, de los mejores navíos y más bien armados de las escuadras concentradas en Lisboa en mayo de 1588, y dispuestas por Felipe II, después de mucho esfuerzo y gastos importantes para las arcas reales. Y también muchos retrasos, por la muerte de Álvaro de Bazán, por el nombramiento del duque de Medina Sidonia, Alfonso Pérez de Guzmán, hombre sin la experiencia necesaria que se pasó meses tratando de dimitir, provocando la ira del Rey Prudente.
Llevaba algunos de los mejores cañones de la armada. Según Cristóbal de Barros la Ragazzona tenía de porte 1.067 toneladas y tres cuartos, con unas dimensiones de eslora, 59 codos; manga, 21 codos y 1/6; puntal, 12 codos. En la jornada de 1588 debió montar las 32 piezas de artillería de bronce, que tenía al ser embargada. Entre otras armas y municiones que recibió en Lisboa figuraba un cañón de batir, fundición de Alemania por Gregorio Loeffer Agustanus en la época del emperador Carlos V, de 52 quintales de peso para tirar pelotas de hierro de 40 libras y dos encabalgamientos de campaña. Además embarcó posteriormente dos cañones, también de batir, de más de 50 quintales de peso procedentes de la nave la Juliana.

Búsqueda de los restos de la Ragazzona


Llegó a Lisboa cargada de vino, y partió con la Gran Armada. Estaba al mando del capitán y maestre Santo Corzo. La dotación en Lisboa se componía de 80 marineros; y 344 soldados de infantería (134 de la compañía de Pedro Camacho, 76 de la de Francisco de Céspedes y 134 de la de Pedro Sandoval Ponce de León).
Sea como fuere, la Ragazzona llegó a Lisboa procedente de Alicante y otros puertos el primero de febrero de 1588 cargada de vinos de Candía y malvasía. Allí fue embargada de nuevo por el proveedor general Francisco Duarte el 16 del mismo mes para ser agregada a la armada como capitana de las levantiscas.
En Lisboa se incorpora a la Armada del duque de Medina Sidonia. Pero ya hubo mal arranque: La Ragazzona siguió los movimientos del galeón San Martín desde la salida de Lisboa el 30 de mayo de 1588 hasta que un temporal dispersó las escuadras del 18 y 19 de junio. Llevaría mucho tiempo reunir la flota de nuevo. El día 24 la galeaza ya había tomado el puerto de La Coruña. Una vez reaprovisionada de bastimentos y aguada salió a la mar el 22 de julio con el resto de la armada.
Alcanzada la costa británica, y tras los primeros encuentros con la flota inglesa del día 31 de julio, al amanecer del 2 de agosto, a eso de las 05.00 horas saltó viento escaso del NE y la armada, situada a la altura de Portland, se encontraba a barlovento de la inglesa. Escuchemos el sabroso relato de un marino: «Howard trató entonces de doblar la armada por el norte y arrumbó al NW ciñendo el viento todo lo que podía, acercándose a la costa. Medina Sidonia se hallaba en este momento con las galeazas en vanguardia y acompañado por varios navíos. Para atajar las intenciones de Howard y mantener el barlovento, el Duque puso también proa hacia tierra, seguido por otros navíos de la armada, aunque un tanto alejados. Al observar Howard lo inútil de la maniobra de doblar a los españoles arrimado a tierra, viró por avante con el Ark y arrumbó hacia el SSE o el sur seguido por unos quince navíos en total, posiblemente para volver a ganar el barlovento (luchar con el viento a favor) a los españoles por la banda de la mar de la armada. La maniobra fue observada por el general español, el cual viró a babor para impedir las intenciones del Almirante, lo que provocó el contacto artillero entre ambas formaciones».
Con su movimiento, el grupo de Howard quedó más cerca de la retaguardia de Alonso de Leyva, que del propio San Martín. De esta forma, las primeras naves en combatir a los ingleses fueron las levantiscas de Martín de Bertendona y los galeones de Portugal que acababa de asignar el Duque como refuerzo de Leyva. En este duelo artillero generalizado se distinguió, entre otras naves la Ragazzona de Bertendona.


Ría de Ferrol donde se hallaron los restos


Los ingleses siempre se zafaban del intento de abordaje de los españoles. Como siempre, los navíos españoles intentaban inútilmente llegar al abordaje, pero los ingleses, muy maniobreros, mantenían la distancia y rehusaban llegar al alcance del tiro de mosquete. Martín de Bertendona acometió al Ark Royal, capitana de Howard, hasta llegar bien cerca, aunque el inglés se zafó del ataque con soltura dándole la popa. El fuego por ambas partes fue muy vivo, siendo grande el consumo de municiones, sobre todo por parte británica por su mayor rapidez en la recarga y disparo de la artillería. Sin embargo, no existe constancia de averías o bajas notables en ambos contendientes.
El inglés lanzó 8 brulotes incendiados contra nuestra flota en Calais. Días más tarde, tras el episodio de los brulotes incendiados que fueron lanzados en Calais contra la armada la noche del 7 al 8 de agosto, avanzada la mañana de este último día, un escuadrón inglés a cargo de Henry Seymour a bordo del Rainbow, acompañado por el Vanguard de William Winter, el Antelope de Henry Palmer y otros se dirigieron hacia el ala de estribor de la retaguardia española para combatir los navíos que se iban quedando rezagados, alcanzándolos entre las 09.00 y 10.00 horas, a la altura de Gravelinas.
Rodearon estos navíos atrasados, cuya identidad se desconoce – posiblemente el galeón San Cristóbal, La Raggazona de Bertendona, el galeón San Juan y la nave San Juan de Sicilia – sometiéndolos a un fuerte cañoneo. Sólo el Vanguard disparó 500 proyectiles a distancias que llegaban al alcance de la mosquetería y arcabucería e incluso menores, lo que permitió estar a la voz entre los barcos. Con este procedimiento que duró casi seis horas, los ingleses causaron daños a tres de los navíos españoles no obstante su fuerte resistencia. Según el embajador Hierónimo Lippomano, el Duque comunicó a Su Majestad que la Ragazzona había combatido muy bien en la acción del 8 de agosto.


La Ragazzona se partió en dos y se hundió


En la Grande y Felicísima Armada hay cientos de historias cruzadas. Entre las de mayor patetismo figuran las singladuras de los días pasados mientras bordeaban la costa escocesa e irlandesa, donde tantas naves naufragaron y donde, según se dice, los náufragos españoles introdujeron la patata, además de recibir el auxilio de los católicos irlandeses.
Llegó a Galicia muy destrozada y la gente con muchas necesidades. Como todas sus compañeras, nuestro barco pasó las de caín en el viaje de vuelta: Emprendió el regreso a España manteniendo la conserva del galeón San Martín hasta apartarse del grueso de la armada el 2 de septiembre. La nave arribó a Muros (Galicia) el 10 de octubre muy destrozada y la gente con muchas necesidades. Estando surta en este puerto, Martín de Bertendona, contra su propia voluntad y la del capitán y piloto de la nave partió de allí el 4 de diciembre para trasladarla a La Coruña en cumplimiento de las órdenes del marqués de Cerralbo, gobernador de Galicia. El día 6 con mal tiempo perdió dos anclas al fondear sobre las islas Sisargas; logró levar a duras penas gracias a la ayuda de dos pinazas vizcaínas, y el 7, muy tarde, estaba ya en medio del puerto de destino.
El viento impedía tomar puerto ni tan siquiera con el auxilio de las galeras Diana y Princesa. A las once de la noche cargó el tiempo tanto que corrió riesgo de ir sobre unas peñas. Con esfuerzos Bertendona libró el peligro y a las tres de la madrugada del día 8 de diciembre lograba entrar en Ferrol con una poquita claridad de la luna. Una vez dentro de la ría varó a causa del fuerte viento y falta de anclas. Tan sólo los marinos que han barajado aquellas costas y entrado en Ferrol de noche con temporal deshecho del sudoeste pueden apreciar el mérito de aquellos hombres de mar del siglo XVI.
La Raggazona quedó adrizada y con esperanzas de una posible recuperación, pero al dar a la banda fueron inútiles los esfuerzos realizados para sacarla en las mareas vivas. Se hundió. En los viejos documentos de los archivos se dice, sin embargo que antes de perder el barco, se pudieron salvar la artillería, parte de los bastimentos y municiones. Una vez finalizadas las obras del fuerte de la isla de San Antón (La Coruña), se montó en él la artillería gruesa procedente de la nave, justo a tiempo para poderla emplear eficazmente contribuyendo al fracaso del ataque inglés de Norris y Drake en mayo de 1589.
Así fue como la Ragazzona ganó su última batalla después de muerta, o de hundida, pues su fuego rechazó al famoso pirata inglés Sir Francis Drake. Porque cabe recordar que ni el fracaso de esta Grande y Felicísima Armada fue una victoria inglesa, ni las flotas que Isabel I y Felipe II fueron enviándose determinaron la hegemonía entre las dos naciones.

   

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