jueves, 23 de enero de 2014

Montrove








El próximo verano se cumplirán 30 años de uno de los sucesos más trágicos y enigmáticos de la historia de la navegación gallega: la desaparición del congelador Montrove en aguas del banco canario-saharaui.
El Montrove partió del puerto de Las Palmas el 19 de julio de 1984, con catorce tripulantes gallegos y dos marroquíes a bordo para una nueva marea cefalopodera. No regresarían jamás a puerto.
No se hallaron restos del hundimiento y a día de hoy, aún sigue siendo una incógnita lo que pudo haber sucedido.
El Montrove tenía el casco de acero, una eslora de 33,13 metros, 6,85 de manga y había sido botado el 14 julio de 1964.



Patrullero de altura Atrevida, que participó en las labores de búsqueda



El Montrove partió del puerto de Las Palmas el 19 de julio de 1984, con catorce tripulantes gallegos y dos marroquíes a bordo, y con los tanques llenos de combustible para una larga marea de dos meses para el banco canario sahariano, al sur de cabo Blanco, al cefalópodo. Y todo parecía indicar que se podría hacer al menos una marea igual que la anterior, en la que el Montrove había descargado 70 toneladas de pescado.
El tiempo era bueno y los barcos que lo avistaron, como el Borneira, no notaron nada extraño.
El último contacto visual confirmado fue con otro pesquero, el Mar Rojo, ese mismo día y al sur de Gando, la pequeña península de la isla de Gran Canaria donde se ubica el aeropuerto homónimo. El Mar Rojo, que navegaba a mayor velocidad, lo dejó atrás por la aleta de babor. Desde entonces, nadie más vio al Montrove ni supo de él. La pieza de repuesto que llevaba para el Porlamar no llegó a entregarse. La radiobaliza con la que iba equipado no se disparó, y el nerviosismo comenzó a cundir entre las familias cuando el 10 de agosto, a raíz del hundimiento en la misma zona del sardinero onubense Islamar III, los intentos de contactar con el barco, que llevaba veinte días sin dar señales de vida, resultaron infructuosos.
Probablemente, porque desde que fue visto por el otro barco gallego no se volvieron a tener noticias seguras del Montrove ni nadie supo nunca nada más del pesquero. Ni tampoco de sus 16 tripulantes: un patrón, dos maquinistas, dos engrasadores, un cocinero, un contramaestre y nueve marineros, suficientes para manejar un buque de 243 TRB y 37 metros de eslora.
No se le dio mayor importancia entonces. El armador y el consignatario salieron en seguida al paso de que el congelador tenía una autonomía de 60/65 días, e incluso el marinero, que se quedó en tierra en esta ocasión, atestiguó que "el patrón tiene la costumbre de estar hasta 15 y 20 días sin comunicar con nadie".
Iban pasando días y seguían sin tenerse noticias. Ante la presión de los familiares de los marineros, Luis Paz, el armador, tuvo que salir al paso de que la esperanza era lo último que se perdía, después de que las autoridades de Marina llegasen a la firme conclusión, después de varias jornadas de rastreo, de que el pesquero no se encontraba en esas aguas africanas. A algunos observadores les resultó extraña la apariencia de normalidad que armador y consignatario dieron al hecho. Sin embargo, coincidiendo con ello se abriría una nueva posibilidad: el pesquero Noeche creyó haber visto al Montrove hacia el 20 de agosto al sur del paralelo 24, en aguas de Mauritania.
Para entonces ya se había desechado la hipótesis de secuestro por parte del Frente Polisario. Y también el Gobierno español había comprobado que ninguno de los países africanos que con alguna frecuencia apresan barcos tuviera retenido al Montrove. Asimismo se descartaba la hipótesis de un abordaje, que explicaría el no funcionamiento de la radiobaliza, como ocurriera en los últimos tiempos con el Álvarez Entrena 15 o el Tirma, que no lamentaron víctimas por la razón de que en un caso de accidente como éste es muy difícil que un barco no deje restos flotantes. Y ni siquiera se planteó un acto de piratería como ocurriera en 1980 con el Zuidester 8, un barco de bandera africana que apareció a la deriva con toda su tripulación asesinada.
El hecho de que semanas después de su salida del puerto de Las Palmas se descubriesen irregularidades en la composición de la tripulación del barco añade aún dramatismo al caso.
Cuando solicitó el despacho del buque, entregó una lista de tripulantes que no se ajusta a la realidad en ocho de los nombres. Posteriormente entregó una segunda, que es la que se supone se corresponde con las personas que viajan en el pesquero. Pero al menos una de ellas, no viajaba a bordo.
El consignatario del buque, Consignaciones Canarias Africanas, SA (Concasa), representante del buque en Canarias, justificó el hecho en que se trataba de un error humano; que se había entregado, por equivocación, una lista vieja de una marea anterior y que se había subsanado una vez que se habían dado cuenta. Igualmente señaló el consignatario que era imposible que el pesquero estuviese implicado en operaciones de contrabando de ningún tipo y que tenía instrucciones rígidas de no faenar en aguas que estuviesen prohibidas, para terminar mostrando su total extrañeza ante el caso, exactamente igual que lo hicieran las autoridades de Marina de las islas.
El hecho de que el buque llevase radiobaliza, según todas las partes, sirve como esperanza principal frente a la hipótesis que nadie se atreve a aventurar, la del hundimiento sin dejar rastro, como le ocurriera en 1980 al Mencay de Abona, aunque tiempo después se recogiera un cadáver irreconocible teóricamente asignado a ese barco.
"Aquí no se dan casos como en el triángulo de las Bermudas, y todos los hechos tienen su explicación", señaló un portavoz de la Comandancia Militar de Marina de Las Palmas cuando, tras el naufragio del Islamar III, que costó la vida a 26 personas, cundió la alarma de que el Montrove llevaba más de 20 días sin emitir señal alguna.
El Montrove había desaparecido. Para siempre. Pocas veces el mar ha sido tan cruel y determinante. No se encontró un solo cadáver, un solo vestigio, un mísero salvavidas a la deriva que diera pie a una desesperada explicación, por frágil que fuera, para semejante desgracia. Por no dejar, el Montrove no dejó siquiera un rastro de gasoil, la sangre de los naufragios modernos. Nada. Trescientos barcos y aviones de la Fuerza Aérea rastrearon la zona durante meses, sin éxito. La Moncloa, ocupada entonces por Felipe González, ordenó una investigación exhaustiva en medio de intensos rumores, que después se revelarían infundados, sobre un posible secuestro del Frente Polisario o la implicación del barco en actividades ilegales. Agentes del CESID se desplazaron a varios países africanos, e incluso, un año después, según algunas fuentes periodísticas, veraneaban en Bueu, la localidad de donde era la mayoría de la tripulación, a la búsqueda de pistas que nunca hallaron.
El programa Onda Pesquera, en un ejercicio de delirio informativo, llegó a asegurar que el Montrove había estado cargando armas en unas grutas próximas al puerto argelino de Beni Saf, y algunas viudas, en una muestra de desesperación que hizo las delicias del periodismo mágico madrileño, se aferraron a las visiones de las meigas, que situaban al barco “en una isla grande, con negros”. Fue también célebre, tras meses de búsqueda, la pregunta de un alto cargo de la Administración central a los familiares, sobre si el Montrove era “de hierro o de madera”.
Durante meses, participaron en las operaciones de búsqueda y rescate las patrulleras Atrevida, Medas, Villa de Bilbao, Grosa, Ferrol y Las Palmas, además de los helicópteros del Servicio Aéreo de Rescate (SAR), en una zona de 45.000 millas cuadradas correspondiente al banco de pesca sahariano “a donde fue despachado el buque”.
Ninguno de los 300 barcos y aviones de la Fuerza Aérea que participaron en la operación de búsqueda del Montrove avistaron vestigios de éste, ni siquiera residuos dé gasóleo.
Los familiares de los tripulantes se organizaron y exigieron a la Administración que movilizase más medios y le acusaron de “no hacer nada serio” a la vista del “paupérrimo” informe que presentó la Dirección General de Marina Mercante sobre las actuaciones que se llevaron a cabo, llegando a querellarse contra la Administración.



Familiares de los desaparecidos


El Gobierno español sospechó en su momento que el pesquero gallego hubiese sido transformado en su estructura de casco y estuviera siendo utilizado, bajo pabellón extranjero, para actividades probablemente ilegales. Esta fue una de las hipótesis a las que llegaron expertos policiales españoles, tras una minuciosa investigación encargada directamente por la Presidencia del Gobierno, según manifestó el delegado gubernamental en Canarias Eligio Hernández.
La investigación, llevó a la conclusión de que perdía consistencia la hipótesis, hasta ese momento barajada, de un supuesto abordaje o hundimiento del buque.
Pasaron 27 días hasta, que el armador Luis Paz Casal comunicó la desaparición del Montrove. A pesar de desconocer el paradero del barco y de la tripulación, la Mutua de Previsión de Riesgo Marítimo pagó el importe total del seguro.
El armador Luis Paz cobró, el 25 de enero de 1984, 49 millones de pesetas de los 56 millones por los que estaba asegurada la embarcación. Según fuentes del Instituto Social de la Marina, entidad a la que pertenece la compañía aseguradora, “si el barco, apareciese ahora pasaría a ser de esta casa”. El Gobierno aceleró los trámites para conceder las pensiones de viudedad a las mujeres de los tripulantes, a pesar de que no existe confirmación de sus muertes. Hasta el 18 de julio de este año, según informaron fuentes del Instituto Social de la Marina, se han entregado a los familiares unos 18 millones de pesetas.
La tesis del hundimiento, fuera por abordaje o por pérdida del equilibrio de la embarcación, pierde aún más consistencia por el hecho de que el barco iba provisto de un equipo electrónico que hubiera emitido señales en caso de naufragio. Sólo sería probable la hipótesis de hundimiento, según expertos de la Dirección General de la Marina Mercante, si el pesquero hubiera detectado un importante banco de pesca y, para no alertar de su situación a otros barcos, hubiera desconectado ese sistema de socorro. Al mismo tiempo, el Instituto Meteorológico indica que en los días en que se produjo la desaparición del Montrove las condiciones en el mar fueron normales.
Los ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa, después de numerosas gestiones diplomáticas con Marruecos, Mauritania, Senegal y Gabón, no han podido confirmar la sospecha, que se barajó al principio, de que el barco hubiera sido apresado. Ninguno de estos países tuvo noticias del Montrove, según las afirmaciones oficiales que enviaron al Gobierno español.


Patrullera Medas, de la Armada Española



Varios expertos que participaron en la elaboración del informe interministerial sobre la desaparición del pesquero coincidieron en afirmar que la única posibilidad era que el Montrove se encontrara en algún país africano al sur de Cabo Verde. Según estas fuentes, “cualquier cosa puede suceder en estos países sin que se enteren las autoridades”.
Esta hipótesis coincide con las últimas investigaciones ordenadas por la Presidencia del Gobierno, en el sentido de que el barco pueda haber sido transformado sin conocimiento de las autoridades africanas y estar realizando actividades distintas a las pesqueras.
En el caso de que esto fuera así, lo más probable es que los tripulantes pudieran haber sido secuestrados o asesinados, dado que ninguno de ellos se puso en contacto con sus familias.
Cuatro policías adscritos a la Jefatura de Canarias investigaron varios meses en las islas y en Galicia sobre el caso Montrove.
Por “sugerencias superiores el ministro de la Presidencia, Javier Moscoso, ordenó al delegado gubernamental en Canarias, Eligio Hernández, que iniciara una amplia investigación sobre la misteriosa desaparición.
Especialistas del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) se desplazaron a varios países africanos para estudiar las pistas del caso Montrove. El resultado concreto de estas investigaciones fue infructuoso, aunque circularon informaciones en las que el CESID vinculaba al barco con el tráfico de armas u otro tipo de actividades ilegales, hechos no contrastados en los informes oficiales.
471 días después, el ministro de la Presidencia, Javier Moscoso, hizo público el informe oficial sobre la desaparición. La conclusión coincidió con la tesis que ha vino defendiendo el armador Luis Paz Casal: el barco está en el fondo del mar, tras haber sido hundido en el abordaje de un buque mucho mayor en medio de una densa niebla y mar arbolada. El último dato que se tenía del Montrove fue proporcionado por el buque Mar Rojo, cuyo patrón comunicó a Francisco Ríos -portavoz de las familias de la tripulación desaparecida- que poco antes del hundimiento se avistó un buque "de grandes dimensiones" que nadie pudo identificar. Todavía hoy se desconoce esa identidad, a pesar de las indagaciones realizadas por el Gobierno central.

Fuente: Elab. propia

1 comentario:

  1. Hace unos meses vi un reportaje en Cuarto Milenio sobre el caso, no lo conocía.Me quedé a cuadros!!

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