miércoles, 1 de enero de 2014

Inicio de la temporada de lamprea 2014 en el río Ulla



La pesquera de O Canal, una de las más espectaculares del río Ulla


La lamprea es uno de los seres más primitivos y menos evolucionados de los vertebrados con la nada despreciable antigüedad de 500 millones de años. Este pez de fea y hasta desagradable apariencia es capaz de provocar las reacciones más dispares, desde el mismísimo asco hasta la más absoluta veneración culinaria. La lamprea es la "reina del Miño" o la "princesa moura enfeitizada do Ulla", como la definió el recordado periodista Raimundo García Domínguez, Borobó. Y no menos bueno es el pensamiento del escritor Alfredo Conde: "La lamprea es sagrada. La vida es sagrada. Hay que comulgar con ella. Y punto". Las presas, las minicentrales, la contaminación y el furtivismo son las principales causas de la regresión de la especie.



La ´pesqueira´ de Trapa, una de las utilizadas por los pescadores de lampreas del río Ulla



La lamprea, evolutivamente, es muy primitiva. Realmente no se trata de un pez; los peces son gatostomados, es decir vertebrados con mandíbulas. Es una especie de Agnatos -vertebrados sin mandíbulas- de los que actualmente solo sobreviven los Mixines -grupo enteramente marino que se alimenta de animales muertos o moribundos- y los Cefalaspidomorfos, a los que pertenecen las lampreas. Surgieron hace unos 500 millones de años al mismo tiempo que los Ostracodermos -primitivos animales de la Era Paleozoica- que fueron muy abundantes hasta su desaparición hace unos 370 millones de años, a finales del periodo Devónico. La lamprea conserva, pues, las características más primitivas de los primeros vertebrados.

Su cuerpo es alargado, similar al de una anguila, aunque más gorda, con dos aletas dorsales situadas en el tercio posterior y una pequeña aleta caudal. Su cola termina en punta. Carece de opérculos branquiales y las aberturas se limitan a siete pares de "olluelos" u orificios dispuestos en fila a ambos lados de la cabeza. Son los orificios branquiales.

Este ciclóstomo es de coloración variable. Por lo general el dorso suele ser pardo amarillento o verdoso-azulado, con manchas amarillentas, mientras que el vientre es de color claro. Su piel es lisa, carece de escamas y es escurridizamente viscosa. Si alcanza el metro de longitud estaremos hablando de un buen ejemplar.

La boca se limita a un orificio sostenido por un cartílago anular a modo de ventosa con la que "embuda", acción de adherirse a otros peces, barcos o piedras. Su disco bucal posee un gran número de dientes córneos estratégicamente colocados en forma circular. Los dientes producen heridas en la epidermis de sus víctimas y con la lengua -tiene dientes córneos en la punta- va rasgando la piel causando una herida sangrante por la que se alimenta.

Esta alimentación hematófaga es la causante del espectacular crecimiento de los individuos de la especie: entra en el mar con unos 20 centímetros y en dos o tres años alcanza un metro de longitud.

Su ciclo vital se resume fácilmente: nace en los ríos, baja al mar para alcanzar la madurez y vuelve al río a desovar y morir.

Según Gonzalo López, el viento del norte favorece el movimiento migratorio en el Ulla, mientras que el de sur es el más apropiado en el Tea. Tiene dos fases bien diferenciadas. Tras una fase larvaria continental -"lambuxas"-, migra al mar para completar su tasa de crecimiento. Permanece en el océano durante unos tres años hasta alcanzar la madurez y retorna al río a reproducirse, tras lo cual muere inexorablemente en muy poco tiempo.

Las larvas de lamprea tienen algunos de los rasgos de los adultos: los siete pares de orificios branquiales, las aletas dorsales y la caudal. Sin embargo, carecen de ojos y del disco bucal característico del adulto, alimentándose de algas unicelulares y materia orgánica mediante filtración. Generalmente habitan zonas de aguas paradas o de escasa acción, con fondos de arena y fango.

Tras el periodo larvario -de hasta seis años- sufren una metamorfosis. Este cambio se inicia en torno al mes de julio y dura tres o cuatro meses. Posteriormente, midiendo unos 20 centímetros, emprende su camino al mar en una migración que alcanza su máxima intensidad en los meses de septiembre a diciembre.

En el mar la lamprea parasita a grandes peces a los que se fija con la boca para succionar su sangre. La fase marina de la especie aún presenta grandes incógnitas. Después de dos o tres años en el mar alcanza su madurez y su instinto reproductor la lleva de regreso a los cauces fluviales, y es en este momento cuando se procede a su captura.

En lo tocante al período de máxima actividad migratoria, Gonzalo López, en el "Estudio sobre la lamprea y su pesca en Galicia" (Dengasa-Xunta de Galicia. 1991), menciona dos referencias: una, la de Skidmore (1959) en la que se hace alusión al comportamiento fotófobo de la lamprea, por el que se activa dos horas después del anochecer, menguando la actividad a partir de las primeras horas de la madrugada; otra, la de Hardisty y Potter (1971), que justifica la bajada de capturas en los días de luna llena. El mismo estudio aporta la cita de Tesh (1967) por la cual extraemos que las mayores capturas de lamprea en el río Elba, entre 1960 y 1966, se produjeron pocos días antes de luna llena y pocos días después de luna nueva. El estudio completa estos datos con gráficos referentes a ríos Ulla y Tea y con las opiniones de los propios pescadores. Especialmente interesante, en su momento, fue la aportación de la estadística de capturas de lamprea en el Ulla de 1980 a 1990 y la estimación de las poblaciones por control de capturas.

Ya en las zonas de desove -entre mayo y junio-, el ritual de adecuación de lecho nupcial de las que superan las trampas es todo un espectáculo, pues los progenitores escogen una zona del lecho del río y lo preparan para la puesta. Con la ventosa bucal sacan las piedras del fondo y las colocan alrededor del nido, que suele ser redondo y en zonas de grava, arena y piedras. El tamaño de la camada va en función del tamaño y número de lampreas que lo hagan. El trabajo de adecuación del lecho es frenético. Las lampreas trabajan sin descanso retirando las piedras de la zona central disponiéndolas más o menos en círculo. Cuando una de las piedras está muy enterrada en el lecho fluvial o es demasiado grande, las lampreas se aplican en pareja "embudando" una por cada lado y agitándose convulsionadamente hasta conseguir arrancar la piedra y colocarla en el lugar deseado. Una vez colocadas las piedras alrededor, macho y hembra se sitúan dentro del nido para proceder a la puesta; esta protocolaria acción puede llevarles muchas horas. La hembra se sitúa en el centro del nido mientras el macho se pega a ella por un costado.

Una lamprea puede poner desde 150.000 hasta 300.000 huevos. Excepcionalmente, hay años en los que las bajas temperaturas del agua de los ríos las fuerzan a no desovar hasta junio por la llamada "temperatura crítica" por debajo de la cual la freza se retrasa. Esta circunstancia se pone de manifiesto en los ríos regulados por embalses y sujetos, por ello, a variaciones bruscas de la temperatura del agua.

(*) Miguel Piñeiro es escritor y pescador.

A decir de los expertos, es muy necesario que se impulse un estudio de los stocks de lamprea en Galicia y de la presión pesquera que sobre esta especie se ejerce, porque en breve plazo podría tener verdaderos problemas para su conservación. Los ríos Miño y Ulla son los principales exponentes de la "cultura lampreeira", pero todo parece indicar que otros cursos gallegos atesoran un pasado esplendoroso en este campo. En Galicia, la pesca deportiva de la lamprea está prohibida y su captura está regulada y circunscrita a los oportunos permisos y licencias que otorga la Administración autonómica.

Es tal el poder de convocatoria gastronómico de la lamprea que, en temporada, lugares como Arbo, As Neves, Salvaterra, Salceda, Tui, Crecente, Ponteareas, Mondariz-Balneario, Padrón, Pontecesures, Catoira, Valga y Teo disparan el número de visitantes hasta cifras más que respetables. Ello se debe a la gastronomía lampreeira. Hasta San José, la lamprea es un "peixe" que se deja ver en plenitud de temporada, aunque los meses de abril y mayo -bien entrado- tampoco son nada malos. Otras fuentes hablan desde enero hasta que el canto del cuco anuncie la primavera. En este tiempo a la lamprea se le llama cuquenta o cucal, por tener aún las huevas. La lamprea cucada, dícese a partir del desove, no tiene ningún valor, puesto que ya tan solo le resta morir para completar su ciclo vital.

Su nombre vulgar es "lamprea", que significa "lamepiedras", y el científico es "Petromyzon marinus Linnaeus, 1758".

La palabra lamprea está tomada del latín tardío "naupreda" que se alteró posteriormente a "lampreda", seguramente influida por "lambere", que se explica por la facultad del animal de adherirse a las rocas. Se piensa que "naupreda" provenga de la composición latina "navis" (barco) y "prendere" (coger), por acercar su boca también a las embarcaciones o, en todo caso, por comparar este pez con la rémora, que sí lo hacía, y así lo explica la expresión "ser una rémora" con el significado de ser un estorbo o dificultad, al ralentizar la velocidad de las naves cuando se adherían con su disco a su casco.

El "Manual del Pescador" de Valverde editado por Manuel Saurí en 1879 en Barcelona pone en evidencia el desconocimiento que se tuvo hasta hace más bien poco de las características y peculiaridades biológicas de la lamprea. Entre otras inexactitudes, afirmaba que la lamprea nada con la cabeza fuera del agua, que posee un orificio encima de la cabeza por el que respira y expulsa el agua como lo hacen los cetáceos y, la afirmación más asombrosa, que si nadase a cierta profundidad se asfixiaría.

Continúa señalando que después de desovar regresa inmediatamente al mar y que es en el momento de la bajada cuando se pesca, que se alimenta de agua y cieno, así justifica su exigua vida, y concluye el desafortunado comentario apuntando que la lamprea anida en invierno. Como colofón nos indica cómo se pescaba: "cuando la lamprea se saca viva fuera del agua cuesta trabajo hacerla morir si no se le corta la cola o no se la despachurra, entonces muere enseguida y casi sin hacer movimiento alguno. Al pescarla se tiene cuidado sobre todo con su mordedura, que es peligrosa; generalmente no se la toca sino con tenazas".



Una vista de las ´pesqueiras´ de Bellas


Hay dos métodos de captura más comunes y otros más particulares, pero se puede decir que los pescadores de cada curso han ido adaptando o heredando las técnicas en función del propio río, de su morfología, de sus obstáculos, de sus corrientes y remansos, de sus pozos, etc. Los métodos de pesca más genéricos son las redes y las pesqueiras.

Las redes y sus variantes son más propias de las zonas de estuario y desembocadura -en enero y febrero- mientras que las pesqueras son más propias de zonas más altas -en marzo y abril-. Es decir, la lamprea además de su propia supervivencia en el mar, debe pasar por dos barreras de pesca. La que no cae en su entrada al río, lo puede hacer más arriba o en las artes de los furtivos.

Las conocidas popularmente como pesqueiras son ingeniosas construcciones de la época romana formadas por grandes sillares de piedra.

Están situadas dentro del río y se alinean en perpendicular o en oblicuo al curso del agua. Su estratégica situación provoca y faculta la captura de los peces cuando remontan el río. En la actualidad se conservan en relativo buen estado en los ríos Miño y Ulla.

Entre estas moles de piedra -lo que se llama corredor, pasillo o calle- o a ambos lados se colocan los "butrones", "copos" o "redes" donde entrarán las lampreas y de los que no podrán salir. Hay pesqueiras que pescan hacia arriba -las del Miño- y otras hacia abajo, las del Ulla. También pescando a fondo hay diferencia entre ambos ríos; en el Miño se utilizan las "volantas" y en el Ulla, los "butrones".

Las "volantas" son redes, poco o nada selectivas, que barren el río derivando aguas abajo empujadas por la corriente.

Los "butrones" -nasas cónicas o cilíndricas- son aparejos de malla y aros de hierro con un orificio de entrada -"buciño"- y sin salida. Se sitúan en el fondo del lecho, por lo que son menos acaparadores que las redes.

Otra modalidad o técnica -aunque condenada a desaparecer- es la "fisga", "francada" o "tridente". Consiste en un palo o mango largo con una serie de puntas afiladas en su extremo inferior con el que se clavan las lampreas. Se puede utilizar desde embarcación o desde un puesto de pesca. La metodología de la fisga está claro que es la más primaria y poco evolucionada de cuantas se conocen, ya que todos nos podemos imaginar al hombre primitivo con un palo intentando clavar un pez.

Las lampreas capturadas con esta arte tienen mucho menos valor culinario, pues pierden parte de su sangre, indispensable para su preparación.

Y al hablar de cocina, hay que destacar que los romanos consideraron a la lamprea como el más sabroso de los bocados de los dioses. El Imperio ensalzó su calidad y la literatura clásica le ha dedicado más de un capítulo. De hecho, eran transportadas a Roma con el mejor de sus compañeros, el autóctono vino gallego de Amandi.

Según los historiadores y los más expertos cocineros, este ciclóstomo desde hace siglos siempre ha estado relacionado a los banquetes de alcurnia y a la mesa de los emperadores.

Las "pesqueiras" del Ulla están formadas por grandes bloques, más o menos cuadrangulares, de piedras de muy variados tamaños. Las construcciones que mejor se conservan cruzan prácticamente todo el río y soportan extremas corrientes de agua en el caudaloso Ulla invernal. Sus dimensiones varían pero la media es de tres metros de alto por dos de lado y otros tantos de ancho. Están alineadas en perpendicular a la corriente cruzando casi todo el río menos una gran corriente central que se llama "vena" y que queda libre de trampas. A los huecos que hay entre los bloques, en este río se les llaman "boquetes" o "pasillos", y es el lugar donde, a semejanza a las pesqueiras del Miño, se arman los artilugios de pesca.

Las redes o nasas con las que se capturan las lampreas en las "pesqueiras" del Ulla se componen de una boca -estructura metálica o de madera, cuadrada o rectangular, que recibe el nombre de cangalla- y de la red cónica que va atada a la entrada de la trampa. La medida total del aparejo varía de uno a dos metros. Esta nasa tiene adosado un brazo metálico que le faculta poder realizar un movimiento vertical para introducirla y sacarla del agua.

Para izar la nasa del agua están provistas de una cadena o cuerda atada a la cangalla. Esta cadena va asegurada en o trancadoiro, la pieza de piedra o el árbol donde se engancha.

Las lampreas intentan superar la fuerza de la corriente en los pasillos de la pesqueira ya que la nasa no los tapa en su totalidad. Aquellos ejemplares que no lo consiguen caen dentro de las redes y la fuerza del agua les impide salir.

Para llegar a las pesqueras del Ulla en su parte más baja, saldremos de Padrón por la carretera a Ponte Vea, subiendo el río Ulla donde va marcando el límite provincial entre A Coruña y Pontevedra.

Las pesqueras de este curso están divididas en cuatro tramos o grupos: el primero está en Herbón, el segundo está en Carcacía-Lapido y Carcacía, el tercero está en Barcala y Sinde; el cuarto y último es Reis.

Las pesqueiras de Herbón son 5. Las primeras se llaman As Areas y tienen la subdenominación de Areas (las de la mitad del río en su orilla norte) y Traxeito (las de la otra mitad, en la orilla sur). Miden 118 metros. Areas tiene 6 pescos y 5 pasillos, Traxeito tiene 9 pescos y 8 pasillos.

A 700 metros, río arriba, están las segundas pesqueiras, llamadas As Bellas. Miden 91 metros. A 519 metros está la tercera construcción, el particular y único Canal de Herbón. Llega a los 120 metros de longitud entre los dos muros y alberga 4 puestos de pesca en la orilla norte y 3 en la sur, sumando 5 pasillos en total.

La pesqueira de O Canal, está compuesta por unos muros en forma de vértice -una V- orientados hacia la corriente para desviar el agua a las orillas donde están las trampas, pero los muros no cercenan la corriente totalmente sino que están separados por una vena central de dos metros que permite el remonte de las especies migradoras.

A 333 metros están las pesqueiras llamadas Prateado, en la actualidad muy deterioradas y con un gran boquete central. La quinta pesqueira y última de Herbón es A Trapa. El segundo grupo de pesqueiras está en Carcacía e incluye Furado y A Caseta.

  

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