martes, 5 de febrero de 2013

La crisis recupera la colada en el río






La crisis, que todo lo puede, hace que un marinero jubilado como Antonio Rodríguez advierta de que "si esto sigue así los pensionistas tendremos que trabajar de nuevo, volveremos al monte a recoger piñas y madera que arder en las cocinas de leña, nuestras mujeres tendrán que lavar de nuevo en el río y habrá que cultivar la tierra para tener algo que echarse a la boca".
Lo que quiere decir este septuagenario, mientras pasea por el puerto de Vilaxoán (Vilagarcía), es que "la crisis aprieta cada vez con más fuerza, y ya que no hay posibilidades de trabajo a los jóvenes solo les quedan dos opciones, o robar para comer o volver a doblar la espalda para trabajar duro en el mar y el campo, como se hacía antiguamente".







Sus reflexiones pueden parecer pesimistas, casi alarmistas o extemporáneas, pero no es difícil encontrar ejemplo de esto que dice. Una hora después María del Carmen García Pérez lava la ropa de su familia. Es una grovense de mediana edad que utiliza para hacer la colada el lavadero público "do cruceiro", en Reboredo (O Grove).
Preguntada por las razones que la llevaron allí, dado que los lavaderos públicos parecen cada vez menos utilizados, la grovense hace una corrección contundente: "Al contrario, con la crisis cada vez se usan más".
El agua, que brota de una fuente situada justo al lado, está gélida. La temperatura ambiente apenas llega a los 10 grados centígrados. Lavar la ropa en uno de estos lavaderos entraña un sacrificio y provoca un dolor de espalda que solo los que usaron estas instalaciones en alguna ocasión pueden entenderlo.






A pesar de todo, Maricarmen García esboza una sonrisa. "Hay que adaptarse, y tal y como están las cosas no queda más remedio que lavar en el río", manifiesta con amabilidad.
Tras ratificar los argumentos del marinero jubilado de Vilaxoán, la mujer grovense explica que tanto ella como su marido están en paro. "Si no podemos llegar a fin de mes, ¿cómo vamos a hacer para pagar la factura de la luz si ponemos la lavadora?", reflexiona en voz alta.
"Cada vez somos más las que venimos a lavar aquí, y a otros lavaderos", continúa Maricarmen García Pérez. Y no le falta razón, porque minutos después se observa la presencia de dos mujeres en el lavadero de A Gatiñeira, también en O Grove, mientras que a la media hora es posible encontrar la misma escena en un lavadero de Barrantes (Ribadumia). Y seguro que la imagen se habrá repetido en otras muchas partes de la comarca.
Pero volviendo al caso de la grovense, insiste en que "la situación es complicada". Y añade: "Si pongo la lavadora en casa está funcionando cinco horas al día y consumiendo luz, mientras que si vengo al lavadero público hago la colada en una hora".
Cuando se le habla de las incomodidades y el sacrificio que esto conlleva no duda en replicar con contundencia: "Claro que esto da mucho más trabajo que la lavadora, pero es mucho más barato, y en estos tiempos de crisis hay que ahorrar dónde sea y cómo sea".
Minutos después alguien declara: "Hay que ir pensando en cultivar las tierras para poder comer, ya que las cosas está francamente mal". Quien habla así es Casimiro, un vecino de A Revolta (Sanxenxo) que junto a su hijo y su nieto Brais, de apenas tres años, recogen algas en O Grove, y más concretamente en la ensenada de O Bao, la cara interna y más resguardada del istmo de A Lanzada.
"Las algas son lo mejor que hay para abonar las fincas, y en mi caso las uso para preparar un terreno en el que plantar cuatro tomates, patatas y lechugas", relata Casimiro.




Ante la atenta mirada de su pequeño y sonriente nieto exclama que "antiguamente esto de recoger algas para abonar se hacía con mucha frecuencia, y a partir de ahora parece que habrá que hacerlo cada vez con más intensidad, con la diferencia de que antes se hacía en carros y ahora se usan remolques y tractores". Pero la situación, lamenta, "es casi la misma, ya que las cosas están tan mal que acabaremos volviendo a lo de antes y cultivando tierras para poder comer".
Podrían citarse otros casos de ciudadanos arousanos que o bien lo pasan mal por la crisis, o que conocen a algún amigo o familiar que tiene dificultades. El problema es que cada vez son más los arousanos que se encuentran en situación crítica.

 

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