domingo, 21 de octubre de 2012

La flota del Gran Sol busca su propio conservante para el pescado

Barcos de la flota de Gran Sol en el puerto pesquero de Vigo



Cuando concluyó un proyecto de investigación abordado por la Cooperativa de Armadores de Vigo (Arvi) para probar la capacidad conservante en el pescado de Gran Sol de ácidos orgánicos naturales como los cítricos, el láctico o el ascórbico –aportados por un fabricante–, los resultados fueron "satisfactorios" aunque no tanto como se esperaba. La experiencia abrió la puerta, sin embargo, a un nuevo reto: lograr un conservante propio profundizando en el estudio por separado y en distintas proporciones de cada uno de los ácidos.

Fue así como desde Arvi y en colaboración con el Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo y la Facultad de Veterinaria de Santiago se planteó un nuevo proyecto, que acaba de ponerse en marcha con financiación a cargo al programa autonómico Incite y que se prolongará hasta 2012. La idea es probar los citados ácidos hasta lograr una concentración que, añadida al agua del hielo con el que se refrigera el pescado a bordo de los pesqueros de Gran Sol, permita una mejor conservación de la pesca, hasta el punto de casi lograr equiparar el estado en que llegan a puerto las primeras capturas con el de las últimas de cada marea, de forma que se evite la merma de valor comercial de las primeras.

"Ahora estamos en la fase de laboratorio probando los distintos ácidos para determinar por separado y en distintas concentraciones cuál es el que mejor funciona directamente en el pescado –pescadilla en la primera fase y, luego, rapante–, explica Bibiana García, responsable del proyecto de investigación en Arvi.

Hasta el momento los ácidos que mejores resultados están ofreciendo son los cítricos y el ascórbico. Después vendrá las mezclas de concentraciones para determinar la más adecuada para la conservación y evitar efectos no deseados sobre las capturas.

"El objetivo es lograr nuestro propio conservante", señala García, quien resume la pretensión del proyecto como un intento de "demostrar mediante datos empíricos que incluyan aspectos sensoriales, microbiológicos, físicos, químicos y nutricionales, las ventajas que la aplicación de un hielo tradicional incluyendo cierta cantidad y proporciones de los mencionados ácidos orgánicos naturales puede significar sobre la seguridad, tiempo de vida útil y comercialización" del producto. 

Pero, en paralelo, Arvi –en colaboración, asimismo, con Investigaciones Marinas, las facultades de Veterinaria y Farmacia de la Universidad de Santiago y la empresa gallega Portomuiños, especializada en la investigación, cultivo y comercialización de algas– tiene en marcha otro proyecto de investigación que tiene también como fin último evitar la degradación de las capturas de la flota gransolera.

Se trata, concreta Bibiana García, del desarrollo de un plástico film –a colocar entre el pescado y el hielo con que se refrigera el pescado fresco– biodegradable y al que se le incorporarán sustancias que mejoran sus cualidades de conservación (macroalgas marinas) para aumentar su conservación. 

"Se pretende evaluar el potencial efecto beneficioso a nivel antimicrobiano y antioxidante de estas láminas, que podrían sustituir a las actuales de plástico sintético que solo protegen la superficie del pescado de eventuales quemaduras", se señala desde Arvi, que cuenta con Portomuiños para lograr las algas del litoral gallego con las que se experimentará.

  

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