domingo, 9 de septiembre de 2012

Cantabria: Los salmones con luz roja


Salmones adultos en el Centro Ictiológico


Treinta y tres salmones atlánticos aparecieron muertos el domingo 2 de septiembre en el río Pas, a su paso por la localidad de Puente Viesgo. Esta situación sin precedentes pone de relieve que la mano del hombre es la causa directa de muchos desastres ecológicos. La pérdida de los ejemplares ha sido calificada como «una catástrofe» por el Gobierno de Cantabria, y constituye un duro golpe para la supervivencia de esta especie, considerada de interés comunitario. Por suerte, desde 1996, el Centro Ictiológico de Arredondo refuerza el desove natural a través de la cría en cautividad de estos ejemplares, demostrando que la mano del hombre también puede hacer bien a la naturaleza.

«Lo que hacemos aquí no es sustitutivo del medio natural. No es una panacea sino un refuerzo para las poblaciones que no pueden sustentarse», explica Ángel Serdio, responsable del recinto. Y es que la situación de los salmones atlánticos en Cantabria ha sufrido numerosos altibajos: en 2009 y 2010, el número de ejemplares capturados cayó en picado y no alcanzó el medio centenar; una cifra muy inferior a la de años anteriores y que se volvió a recuperar en 2011, cuando subió a los 103. Sin embargo, la labor de Serdio y sus compañeros va por buen camino, ya que entre sus logros cuentan con la recuperación de la presencia de salmones en los ríos Miera y Besaya. Además, un 20% de los ejemplares que habitan los cursos fluviales cántabros procede del centro de Arredondo, «una cifra que demuestra que lo que se hace en el Centro Ictiológico funciona», afirma Antonio Lucio, jefe del Servicio de Conservación de la Naturaleza del Gobierno de Cantabria.

Pero, ¿qué supone lo ocurrido en Puente Viesgo? «Las consecuencias a medio o largo plazo de la mortandad de tantos ejemplares son muy importantes a la hora de hablar del ciclo biológico del salmón. Este tramo es el refugio de una parte considerable de los reproductores del río Pas; los salmones hallados muertos eran adultos, de gran tamaño y muchos eran hembras, que son el elemento clave de la reproducción. Por ello, tenemos que hablar de que se han perdido unos 60.000 huevos lo que, en términos de retorno (en tres o cuatro años) supone un promedio de 160 salmones».

Esos «términos de retorno» de los que habla Lucio se ciñen al comportamiento biológico del salmón atlántico o 'salmón salar'. El ciclo vital de esta especie es, con toda seguridad, uno de los fenómenos más sorprendentes de la naturaleza: tras su nacimiento, los alevines permanecen en los ríos durante año y medio, después los descienden hasta llegar al mar y atraviesan el Atlántico con destino a la costa ártica. Allí, engordan y cogen fuerzas para volver a sus lugares de origen para desovar sus crías y morir en el mismo lugar en el que nacieron cuatro años antes.

Los peces criados en el Centro Ictiológico viven durante siete u ocho meses unas piletas de gran tamaño, donde se les alimenta con piensos. A muchos de ellos les hacen «unas micromarcas, de un milímetro de longitud, que son similares a las matrículas», con las que pueden saber cuántos de sus ejemplares regresan a Cantabria para cumplir con su ciclo vital.

La mayoría de los ejemplares muertos el primer fin de semana de septiembre estaban a punto de cumplir su ciclo biológico. El pasado lunes, personal del Centro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA) se trasladó al lugar del suceso para recoger muestras, realizar mediciones de oxígeno, temperatura y potencial de hidrógeno (PH) del río Pas. Lo recogido puso en evidencia que lo que provocó la muerte de los 33 ejemplares de salmón atlántico y 41 truchas, presumiblemente fue una acción humana.

Antonio Lucio apunta que aún se está investigando lo ocurrido, pero que «a día de hoy puede desecharse la idea de que responda a un episodio natural. Se barajan varias hipótesis pero, probablemente, la mano del hombre esté detrás de ello, aunque no podamos pronunciarnos de forma firme hasta que no tengamos los resultados».

Los habitantes de la zona no dudaron en señalar a la pesca furtiva como la principal causa. No obstante, no es la única enemiga de los salmones; Ángel Serdio apunta que los problemas más comunes de estos ejemplares son «la baja tasa de retorno en el mar (asociada al aumento de temperatura del agua), la falta de accesibilidad a las áreas de reproducción naturales, la sobrepesca y la escasez de caudal tanto en calidad como en cantidad». Este último factor es una clara señal de peligro y Antonio Lucio reconoce que días antes del suceso, se barajó intervenir en el río Pas, aunque nada hacía presagiar lo ocurrido: «Pensamos intervenir, como se hace todos los años debido al descenso del caudal, pero si lo hiciésemos siempre nos acusarían de provocar bajas, pues los peces se recogen con un aparato de pesca electrónica. En el tramo concreto de Puente Viesgo, hay bastante profundidad y cuevas, lo que dificulta este operativo. Aunque lo ocurrido no podía imaginarse, siempre es más fácil buscar soluciones a posteriori», sentencia.

Ángel Serdio, que declinó pronunciarse sobre las causas o consecuencias de la muerte de los 33 salmones, explica que estos peces son «como una especie de semáforo o indicador del estado de los ríos» y añade que «lo ocurrido en Puente Viesgo no es un problema de gestión de pesca, sino de gestión de una especie que excepcionalmente se explota».

Tanto el responsable del centro de Arredondo como Antonio Lucio dejan claro que la pesca controlada no es su enemigo a batir, sino las actuaciones de los furtivos. «En lugar de valorar la historia de esta especie y considerar que es un patrimonio, hay quien decide hacer la 'gracia' -aduce Lucio-, y aunque aumentemos la vigilancia, si quieren volver a hacerlo, lo harán».

Por ello, claman que «la concienciación social» es la clave para que no se repita un episodio como este. A las puertas del Fluviarium del Centro Ictiológico de Arredondo, el jefe del Servicio de Conservación de la Naturaleza argumenta que «esto es una llamada de atención para todos y trataremos de minimizar los riesgos de que vuelva a ocurrir, porque todos debemos aprender la lección para mejorar nuestra actuación».

Así, cuando el hombre y la naturaleza estén, de verdad, mano a mano, se podrá garantizar la supervivencia del salmón. Mientras tanto, el recinto cántabro seguirá intentando que «una especie que es patrimonio de todos, no desaparezca», sentencia Lucio.

 

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