miércoles, 25 de julio de 2012

La pesca del choco


La captura de chocos en la ensenada de San Simón, es todo un arte de pesca que ha ido pasando de generación en generación


El arte puede tener diversas expresiones y una de ellas es el de la pesca. Y aunque no sea la más conocida, la pesca del choco es una de las actividades que se lleva a cabo de un modo más tradicional. Generación tras generación son aprendidas y transmitidas, constituyendo un modo de vida de estas personas, y como no, todo un arte.

A bordo de un barco, por la ensenada de la isla de San Simón, mientras el viento pega en la cara y el olor a salitre invade todos los sentidos, los pescadores recogen de la mar, todos los días sin excepción, las nasas, una especie de jaulas artesanales elaboradas con redes y que se encuentran permanentemente sumergidas en el agua. Los chocos se introducen en esas nasas a través de un agujero y quedan atrapados sin poder salir. Un invento digno de ver. Todo un arte.

No es la única técnica que la pesca tiene para hacer arte. Mientras se siente el suave balanceo del barco bajo los pies, los pescadores de Cesantes emplean otro método más: el trasmallo. Una larga red que echan al mar sobre las cinco de la mañana y en la que quedan atrapados los cefalópodos para recogerlos durante el día. Se emplea desde hace más de tres décadas. Sin duda, todo un arte. Un arte que aporta unos ingresos al sector que se sitúan en torno a los 287.000 euros, según los datos que se registraban al cierre de la temporada el pasado 15 de julio.

El tiempo atmosférico afecta a esta arte de la pesca del choco, pues si llueve el choco se esconde en el fondo impidiendo su captura; mientras que si no llueve el choco es mas abundante.

Desde hace aproximadamente veinte años el patrón mayor de la Cofradía de pescadores de Redondela, Clemente Bastos, se dedica a esta arte. Como el paso de los años se ha encargado de demostrar, la estrecha y mutua colaboración entre los marineros permite obtener unos mejores resultados en la captura del choco, lo que beneficia a todo el sector. Se trata de un modo de hacer arte en equipo, para lograr el mismo objetivo. El aprendizaje es fundamental y continuo, y, como Clemente Bastos señala, «do mar sempre se aprende. Todos os días».

La sobrada experiencia de los pescadores de la cofradía de Redondela en esta arte, al frente de la que se encuentra Clemente Bastos, les ha llevado a inventar un sistema de cría de lo más novedoso. Con la proa del barco en dirección a la isla de San Simón, han fondeado, a escasos metros de esta, ramas de pino lastradas con piedra. A entre tres y cinco metros de profundidad, rodeado por la oscuridad marina, donde el ojo humano no alcanza a ver desde un barco, y con una superficie de unos 4.000 metros cuadrados, los cefalópodos han encontrado el lugar ideal para reproducirse. Este método es el resultado de los trabajos que se comenzaron a realizar el pasado año, cubriendo la zona con las ramas de pino, y del que ahora se empiezan a recoger los resultados. Para este proyecto, contaron con el asesoramiento y los permisos oportunos de un grupo de biólogos. Los chocos, procedentes de mar adentro, entran en la ría buscando un entorno privilegiado y a la idoneidad de la zona que en este lugar encuentran: un suelo fangoso que evita que el choco se llene de arena o las características únicas de las aguas, tranquilas en esa zona, y que rodean, no solo a los cefalópodos, sino también al marinero que se ocupa de cuidarlos y, posteriormente, capturarlos.

Además, ese viento que sopla y da en la cara, pues cuando es del norte resulta el más favorable para la pesca del choco. Esta nueva técnica permitió esta temporada elevar la cifra de captura de esta especie hasta superar los 40.000 kilos de productos, con un precio m edio de unos seis euros. Una nueva forma de hacer arte y de hacer dinero procedente del mar.

Una vez en tierra, las subastas que se han alcanzado por estos cefalópodos también resultan un arte. Desde el año 2009, las subastas casi se han cuadruplicado, pasando de 14.596 a los 49.538 que se han alcanzado en el 2012. Un arte que año tras año se vuelve más rentable, y del que numerosas personas, verdaderos artistas, viven.

 

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