viernes, 27 de julio de 2012

El cobre torna más indefenso al salmón

Las pastillas de freno de los automóviles son una de las fuentes del cobre que termina en las aguas donde nada el salmón


Pequeñas cantidades de cobre de las pastillas de freno y las operaciones de minería reducen la capacidad del salmón para evitar sus depredadores, según un estudio de la Universidad del Estado de Washington (WSU). La investigadora Jenifer McIntyre determinó que este metal afecta el sentido del olfato del salmón, al punto que no puede detectar un componente que suele alertarlo sobre la presencia de depredadores.

“Los peces expuestos al cobre no obtienen la información que necesitan para tomar buenas decisiones”, explica McIntyre, investigadora del posdoctorado del Centro de Extensión e Investigación Puyallup de la WSU.

El estudio, que realizó para un doctorado de la Universidad de Washington con colegas de la UW y la Administración nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), fue publicado en el último número de la revista Ecological Applications.

McIntyre combinó estudios anteriores que mostraban que el cobre afecta el olfato del salmón y cuando este sentido se trastorna, se altera también el comportamiento del animal.

La investigadora expuso juveniles de salmón plateado a diferentes cantidades de cobre y los colocó en tanques con trucha degollada, un depredador común. El salmón está adaptado para oler una sustancia llamada Schreckstoff –un término alemán que significa “algo atemorizante”- que liberan los peces cuando se lastiman, y que alerta a otros peces de los alrededores de la presencia de depredadores.

McIntyre utilizó un tanque de 4 pies (1,21 metros) de diámetro e introdujo peces que no estaban expuestos al cobre. Estos peces se paralizaban ante la presencia de Schreckstoff, lo que dificultaba que los depredadores lograran detectarlos. En promedio, pasaban 30 segundos antes de que fueran atacados.

En cambio, los salmones colocados en agua con apenas cinco partes de cobre por mil millones no lograban detectar el Schreckstoff y continuaban nadando, y eran atacados en alrededor de cinco segundos.

“Es muy simple y obvio porque los depredadores pueden verlos moviéndose -explica McIntyre-. No están en el modo de defensa.”

Los peces expuestos al cobre también tenían más probabilidades de ser capturados y resultar muertos en el ataque. Los peces que no habían sido expuestos conseguían escapar en el primer ataque casi nueve veces de cada diez, probablemente porque ya estaban advertidos y listos para defenderse.

McIntyre recalcó que el comportamiento de los depredadores permaneció sin cambios, ya sea que hubieran sido expuestos al cobre o no.

El cobre llega a los espejos de agua por las pastillas del freno de los vehículos motorizados, pesticidas, materiales de construcción y las capas protectoras de los barcos, por ejemplo.

Con el testimonio de colegas de la NOAA y otros, la Legislatura del Estado de Washington comenzó en 2010 a dejar de utilizar gradualmente el revestimiento de cobre de las pastillas de freno en los próximos 15 a 20 años. Según el Ministerio de Ecología de Washington, las pastillas de freno originan la mitad del cobre que termina en las aguas del estado.

“Mis perspectivas tienen más que ver con la minería que con el vertido de aguas, que en general arrastran materia orgánica disuelta junto con el cobre y otras sustancias contaminantes”, agrega McIntyre.

El proyecto minero Pebble Mine de Alaska generará decenas de miles de millones de libras de cobre cerca de la bahía de Bristol, la pesquería de salmón rojo más grande del mundo.

  

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