jueves, 22 de septiembre de 2011

Ferrol ya se llamaba así hace diez siglos



Pocas disciplinas hay que se presten tanto a la discusión como la toponimia, que al estudiar el nombre que cada lugar recibe a lo largo de su historia parece especialmente proclive al debate en torno al origen de cada palabra; es decir, a la discrepancia etimológica. Véase lo que sucede con Ferrol, sin ir más lejos.

Somos muchos quienes, con el profesor Abelardo Moralejo, queremos creer -y citamos textualmente- que el topónimo actual viene a ser «reflejo del genitivo Ferreoli, de Ferreolus, nombre de un santo unido en su vida y martirio al de San Julián, titular de la iglesia principal de la ciudad». O sea, que viene de San Ferreol.

Aunque también pudiera ser que, como sostiene el académico Xesús Ferro Ruibal, buen conocedor de la ciudad, venga de «Ferrum». Es decir, de hierro. Pero venga el nombre de donde venga, lo cierto es que Ferrol ya se llamaba así hace mil años; o por lo menos, hace 924, cuando, según recalca el investigador Juan Burgoa en el último número del Anuario brigantino, citando a su vez la transcripción del documento llevada a cabo en el año 1850 por Domingo Díaz de Robles, se hace donación al monasterio de San Matiño de Xuvia de una tierra perteneciente a la «ecclesia de Sancta Marina de Villar (...), per términos de Sancto Juliano de Ferrol».

(Y aquí, haciendo un inciso, no estaría de más, por cierto, subrayar la antigüedad de los orígenes del templo de Santa Mariña, tan cercano a lo croa del viejo castro. Un templo que está todavía en pie, y que de hecho conserva restos medievales en su portada.)

Poco después, en siglo XII, dice Burgoa, aparece ya Ferrol mencionado como «villa». Y eso sucede, concretamente, en el documento del año 1111 en el que se da cuenta de la fundación, por parte de Munia Froilaz, del monasterio de San Salvador de Pedroso. Durante ese siglo, según el mismo autor, ya existirá constancia de la llegada al «puerto de Ferrol» de navíos ingleses con peregrinos a bordo. Un puerto que en el siglo XVI ya debía de ser ciertamente notable, según se desprende de la Descripción del Reyno de Galicia, obra del Licenciado Molina.

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